Es un sueño que tengo muy a menudo.
Sobre mi cama hay un espejo anclado al techo.
Yo me veo reflejada en él, tapada con mis sábanas de raso hasta los senos. De pronto, las sábanas entre mis piernas comienzan a elevarse como si allí hubiese, algo o alguien...
Sobresaltada, aparto la ropa de cama y veo que efectivamente allí no hay nada. Sin embargo, cuando vuelvo a taparme y me observo en el espejo, las sábanas vuelven a tomar volumen mientras noto que mi sexo es besado lentamente, lamido lentamente...
Entonces, me dejo llevar por la sensación y sigo observando en el espejo la actividad, cada vez más frenética... No necesito destaparme para notar que de los besos ha pasado a un leve masaje circular acompañado de tímidas succiones de mi clítoris incidiendo con la punta de la lengua, observo como mis pezones empiezan a endurecerse y necesito pellizcármelos mientras me hacen la comida de coño perfecta.
Cuando finalmente me corro no puedo dejar de mirarme a los ojos, la cara desencajada y boca dibujando una mueca por un éxtasis increíble que jamás había sentido con ningún hombre o mujer real.
Acto seguido desvío la mirada hacia la zona de mi entrepierna reflejada en el espejo, entre mis muslos no hay nada más que mi figura dibujada por las sábanas ciñéndose a mí por el efecto de la gravedad.
A veces no estoy segura de que sea un sueño, quizá en mi alcoba habite un fantasma condenado a dar placer a la mujer que allí duerma.
No os preocupéis, no le temo, por mi puede quedarse cuanto le plazca...
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